La evolución del aprendizaje en las personas, de pedagogía a andragogía

por Ana Isabel Enciso Morales

A lo largo de la historia el ser humano ha buscado entender cómo funcionan en sí mismos, cómo funciona nuestro cuerpo, cómo funciona cada sistema que forma nuestro organismo, cómo funciona nuestra mente. Siempre ha tratado de conocer, interpretar su entorno: la realidad. Para explicarla se ha valido de conocimientos mágicos-religiosos, filosóficos y hasta hace apenas tres siglos del conocimiento científico (Rodríguez, 2003). 

Una de las preguntas que nos hemos hecho es ¿cómo aprendemos? Y esa pregunta nos ha llevado como pedagogos a observar las diferentes formas de aprendizaje que van cambiando a lo largo de la vida para  encontrar  mejores formas de enseñanza que faciliten ese aprendizaje.

El ser humano (Homo sapiens) después de nacer, es un ser dependiente para sobrevivir, debido a su base psicobiológica (Chacón, 2012); sin embargo, inicia un proceso de formación de valores, información, pertenencia, hábitos y costumbres; todo ello asimilado para internalizar una cultura en particular. Ciertas conductas tendrán un componente determinado de forma innata, mientras que otras conductas exigirán de un acto consciente de aprender.

Así vemos que cada una de estas formas de aprendizaje está determinada por las edades de los sujetos, no aprende igual un bebé que un universitario, ni utilizan las mismas estrategias, por el lugar o contexto donde se encuentra el sujeto ni la necesidad por la que se establece dicho aprendizaje, de ahí que cada vez se dé más importancia a los mecanismos o técnicas que posibiliten que el individuo aprenda, pero se plantea ya un aprendizaje más dinámico, un modo de aprender más activo, es decir, dejamos de lado la enseñanza específica y concreta y pasamos a dar pautas o técnicas de «aprender a aprender” independientemente de las materias o habilidades que necesitemos incorporar a nuestro conocimiento y que serán de aplicación a diferentes campos o situaciones.

Platón (427-347) discutió el concepto de educación en términos de la dualidad humana alma-cuerpo, donde la verdadera educación implica adoptar nuevas visiones de mundo y donde el ser humano educado es aquel que se esmera por cuestionar y dilucidar el significado de las cosas, con la finalidad de superar su banalidad (Chacón, 2012). Además, según este filósofo, todo lo que el ser humano es se debe a la educación, y una persona educada es capaz de desempeñar funciones sociales requeridas por la sociedad política y civil (Tarrio, 1994).

Sócrates (469-399) propuso la mayéutica, doctrina que se enfocó en la importancia de la definición como estrategia esencial para gobernar la vida con ideas verdaderas, sin especulación y con fines prácticos (Hernández, 2008). Aristóteles (384-322) considera que la cultura de una educación específica se caracteriza por el buen criterio y por la capacidad de juicio para tratar asuntos y; en segundo lugar, que la educación forma integralmente al ser humano en todas sus dimensiones (física, moral e intelectual), por lo cual, la educación no solo afecta a los individuos, sino también a las familias y al Estado (Calvo, 2003).

Nicolas Condorcet en 1793, vislumbró una educación permanente mediada por la acción y la participación de todos los individuos (Chacón, 2012). En 1833 cuando el maestro escolar de origen alemán Alexander Kapp acuñó el término andragogía como el arte y la ciencia que facilita el proceso de aprendizaje de las personas adultas, vocablo opuesto al término pedagogía que restringe el proceso educativo a la niñez. Sin embargo, el término fue rechazado por creyentes de la pedagogía.

Nosotros, Shared Value Consultores, sabemos que el aprendizaje de cada persona no está determinado o encasillado en una sola teoría o a una sola etapa de la vida, sino que es constante y cambiante de acuerdo con el contexto y la temática a aprender.

No fue sino hasta la Segunda Guerra Mundial que el término de andragogía fue aceptado, ya que comenzaron a aparecer estudios sobre el aprendizaje de las poblaciones adultas y donde se hizo necesaria la educación y reeducación de personas con discapacidades y analfabetas (Aguilar, 1994; Chacón, 2012).

A partir de los setenta fue que la educación fue aceptada como una práctica de vida y no como una etapa de la vida.

La andragogía se define como la ciencia de la educación para la persona adulta o la ciencia y arte de instruir y educar permanentemente al ser humano. No es la educación para desempeñarse profesionalmente, es una ciencia que va más allá, es un proceso de formación permanente en donde se le presta más atención al tema y al problema que al contenido en sí. Es por ello por lo que es considerada una forma nueva y flexible de acceso a la información y, como modelo educativo, representa una alternativa.

Es una educación que responde a los intereses, las necesidades y las experiencias vividas por el individuo adulto, un tipo de educación en función de la racionalidad. Desde este análisis, la persona adulta como sujeto central del proceso de educación decide si acepta o rechaza la educación por recibir. Básicamente, la andragogía estudia la realidad de la persona adulta y le define los lineamientos adecuados para dirigir, como única responsable, el proceso de aprendizaje (Caraballo, 2007).

Pareciera que los diferentes modelos pedagógicos, al analizarlos, se contraponen, pero en Shared Value Consultores, sabemos que en la práctica no necesariamente es así, al contrario, pueden llegar a complementarse. 

Si bien, parte de nuestra metodología de diseño de capacitación tiene un enfoque andragógico, no nos casamos sólo con este modelo de enseñanza, sino que hacemos uso de diferentes corrientes, creando así un puente para que las capacitaciones que diseñamos e implementamos sean eficientes y eficaces, obteniendo así el mejor resultado en el menor tiempo buscando optimizar la inversión y los recursos disponibles.